Aunque no es algo nuevo -en La Biblia y la historia universal se puede encontrar muchos ejemplos- eso de que “cuando el hombre es grande, Dios es pequeño” el tema martilla mi mente en los últimos días. Por un lado, me motiva a querer ser más pequeño y, por otro, me llena de preocupación pensar que en la República Dominicana Dios empequeñece, y ya está tan chiquito que casi ni se ve, pues hay allá un hombre grande, muy grande, que tiene todo el poder en su manos.
Un hombre que a juicio o capricho le da destino a cada centavo de una suma mayor de 400 mil millones de pesos en este 2010.
Un hombre que es el patrón de las iglesias, a cuyos jerarcas, a unos más que a otros, les extiende sus manos llenas de diezmos y prebendas estatales.
Un hombre que es el patrón de los políticos, pues el reparte los puestos o canonjías. Ni hablar de que también lo es de los empresarios.
Un hombre que es un demiurgo moderno que crea sin cesar menesterosos y se solaza arrojándoles dádivas que alimentan dependencias que reditúan cada cuatro años.
Un hombre que es el patrón de casi todos los comunicadores y medios periodísticos grandes, que juegan a la crítica superficial en tiempos muertos y al silencio y la manipulación informativa en tiempos de campaña.
Un hombre que lo ha ganado todo, lo tiene todo. Probablemente lo único que ha perdido y no tiene ahora son amigos, porque éstos van cayendo en las categorías de servirles, favorecidos y otras, en la medida en que el gobernante aumenta sin parar su poder y capacidad de transgresión a toda ley, incluyendo la divina.
¡Ufff! La transgresión es la más terrible de las fallas humanas. De la transgresión dice el salmo 36:1-4 lo siguiente:
“La transgresión habla al impío dentro de su corazón; no hay temor de Dios delante de sus ojos. Porque en sus propios ojos la transgresión le engaña en cuanto a descubrir su iniquidad y aborrecerla. Las palabras de su boca son iniquidad y engaño; ha dejado de ser sabio y de hacer el bien. Planea la iniquidad en su cama; se obstina en un camino que no es bueno; no aborrece el mal”.
¡Qué vigencia tiene esos versículos del salmo 36 en nuestro país!
¿Cuánto costó, cuesta y costará a pueblos y gobernantes la capacidad de transgresión que se procuraron y se procuran cierto tipo de monarcas? Para saberlo, suficiente sería con ver los avatares del pueblo escogido y la conclusión del reinado de Salomón, sin mencionar el diluvio y Sodoma y Gomorra, para sentir preocupación genuina por el futuro de la República Dominicana.
Le invito a pedir por el sosiego y el arrepentimiento a tiempo del hombre poderoso, para que Dios vuelva a ser grande entre los dominicanos.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones y se apiade de la República Dominicana.
Rafael Calderón. Periodista dominicano residente en Nueva York.
f/7dias.com.do
Dios está chiquito en RD
lunes, septiembre 13
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario