Enviado por: Sergio Reyes II.-
Si somos capaces, por un instante, de despojarnos del condicionamiento cultural inducido subrepticiamente por ciertos “analistas de opinión” y “Reporteros Noticiosos” de algunos medios de comunicación, a fin de adocenar al individuo y convertirle en instrumento dócil a los fines perseguidos por los sectores dominantes, podremos colegir en que, maliciosamente, a través de los años y en un carnaval que se reinventa día por día, los aspectos negativos de la frontera y sus habitantes han estado siendo resaltados y maximizados, al tiempo que se silencian y minimizan sus virtudes y múltiples aspectos positivos.
Es así como vemos que se magnifican y difunden por todas las vías posibles los conflictos derivados de la convivencia entre nacionales haitianos y dominicanos, en amañados enfoques que, por lo general, distan mucho de la realidad y desdicen de la perspicacia y objetividad que deben primar en el periodismo serio y veraz. Además de ello, en una lectura somera de dichos “análisis noticiosos”, no tardan en salir a relucir elementos racistas y xenófobos, que, desgraciadamente, todavía arrastra la idiosincrasia del dominicano, como pesado fardo de una cultura hispanófila, que abjura del alto porcentaje de herencia africana que llevamos dentro, y que es condicionada e instrumentada en la psiquis del ciudadano común como parte de la oprobiosa maquinaria cultural que incubó, instaló y sostuvo al sanguinario régimen de los 30 años de Rafael Leonidas Trujillo Molina, y cuyos estertores aun hoy día continúan teniendo significativa influencia en las élites dirigenciales de nuestro país.
Esos sedimentos ideológicos son los que subyacen detrás del desconsiderado maltrato y constante acoso que han venido sufriendo a través de los años y de manera reiterada las humildes vendedoras callejeras de ropa usada y artículos del hogar, agrupadas en la Asociación de Mujeres La Nueva Esperanza de Dajabón –ASOMUNEDA-, conocidas popularmente como “Pepeseras”.
Sobreponiéndose a un historial de atropellos, persecuciones, despojos (“tumbes”), violaciones a sus derechos y a su integridad personal, hasta llegar a amañados encarcelamientos, ejecutados por los organismos del orden público, con asiento en las provincias fronterizas (que califican esta ocupación como “comercio ilícito”), estas abnegadas mujeres han convertido la citada actividad de comercio informal, de una labor de simple chiripeo –como lo fue en sus orígenes- a una ocupación rentable –y por sobre todo, honesta-, con la que se puede sostener una familia con dignidad y decoro y contribuir a mejorar la calidad de vida y a la superación del atraso social y cultural del núcleo familiar; mejoría, que, valga la aclaración, también repercute en el desarrollo económico y social de la provincia y áreas vecinas, como se evidencia en el crecimiento del número de instituciones bancarias y crediticias, hoteles, restaurantes, supermercados y centros de diversión, entre otros.
Con tesón y esfuerzo, navegando en los inestables mares del mercadeo, las estafas en la calidad de la mercancía, fluctuación de precios, captación de mercados, recesión económica, poca circulación de efectivo, … y el urticante y siempre presente macuteo o extorsión, las mujeres de ASOMUNEDA, bajo la indoblegable y aguerrida orientación del padre jesuita Regino Martínez y otros directivos del Centro Puente Solidaridad Fronteriza, han mantenido y establecido su negocio, contra viento y marea.
Y esa consistencia y relativa solvencia empresarial ha despertado voraces apetitos en sectores que, en el pasado, se caracterizaron por menospreciar esta humilde pero digna forma de ganarse el sustento, por el simple hecho de que la mercancía en cuestión ingresa a la República Dominicana procedente de Haití, país que a su vez recibe estos artículos mayoritariamente en forma de donaciones procedentes de Estados Unidos, Canadá y algunas naciones del continente europeo, interesadas en paliar el hambre y desabastecimiento en esa empobrecida nación.
Se habla de restringir, limitar o prohibir definitivamente el ingreso de mercancías provenientes del vecino país. Se habla de establecer, por vía de la Dirección de Aduanas, leoninas cargas impositivas por pacas, por niveles de ventas y según el género de las mercancías. Se habla de asignar (mas bien, arrinconar) los puntos de comercio en zonas previamente establecidas (y controladas $$$ ); se habla de imponer censores y recaudadores de impuestos, para que velen, celosamente, por la captación de los ingresos que habrán de engrosar las arcas del Estado; Y, finalmente, se habla de que esta tradicional actividad comercial deberá cotejar su política de precios, en escalas que no afecten los niveles de la competencia, esto es, el comercio formalmente establecido.
O sea que, de la noche a la mañana, se ha cambiado la estrategia y de una táctica de persecución y menosprecio, basada en el prejuicio racial, ahora se recurre al encasillamiento dentro de los cánones del capitalismo formal, con impuestos - y supongo que, también, RNC- incluidos.
Cosas veredes, Sancho ¡!
De todos estos aspectos se ha hecho eco la mayoría de los medios noticiosos, sin siquiera hacer mención, aun fuese por aquello de cubrir las apariencias, de los derechos adquiridos por las vendedoras callejeras y que pretenden serles conculcados; solo en contadas excepciones y en medios solidarias con base en el epicentro del conflicto, se ha reseñado con meridiana objetividad las declaraciones y planteamientos de las afectadas, la entidad que las agrupa y las agrupaciones y personalidades que las apoyan.
Esta sofisticada modalidad de golpeo a las abnegadas pepeseras no pasa de ser una burda patraña, intentada vanamente en el pasado, en la que se esconde la aviesa intención de esquilmarles las ganancias que con tanto esfuerzo y sudor pueden obtener y a las que solo ellas y sus familias tienen derecho.
Quienes esto pretenden desconocen que las pepeseras son como la abeja de piedra, que cuando se las deja tranquilas, trabajan para producir miel, y cuando se las agrede, … pican!!
Por ello, como ex-colega de oficio que en algún momento lo fui (y a mucha honra!), desde esta tribuna me uno al coro de voces de dajaboneros y gentes sensatas en toda la Nación, que, mas que pedir, exigen, que se deje a estas esforzadas mujeres ejercer su humilde comercio en paz. Asimismo, que se desista de las absurdas pretensiones de gravar con nuevos impuestos esta labor. De sobra saben los comisarios del fisco en nuestro país por cuáles rumbos andan las evasiones de impuestos que realmente deben ser perseguidas y no son, precisamente, las escasas ganancias de estas valerosas trabajadoras linieras.
Por la tranquilidad y sosiego de nuestra región, sin cortapisas, tecnicismos financieros ni mañoserías.
06/01/2009; 11:35 p.m. NYC
ADELANTE, PEPESERAS!!
miércoles, junio 3
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