Un paseo por la casa del terror...

miércoles, marzo 18

SANTO DOMINGO. Confieso que por estar pendiente de Quirino y sus cartas; del caso Dican a punto de morir de inanición y otras yerbas políticas, había prestado poca atención a los precios de los productos de mi canasta familiar en el supermercado. Lo que viví el otro día casi me provoca una isquemia, con bajón de azúcar incluido. ¿Y fue que nos volvimos locos? Estoy consciente que el Banco Central aumentó sus tasas y que la gasolina vuelve lento pero seguro a sus precios originales con la más absoluta indiferencia de su ministro encargado, pero de ahí a que no se puedan comprar, por caros, ni frutas ni vegetales es una locura. Pregunté al gondolero si él sabía de algún ciclón / inundación / sequía / tornado reciente que haya dañado todos los cultivos agrícolas a la vez, provocando tal carestía, y me salió corriendo con vergüenza, el pobrecito. Vamos por parte… Yo admití mi despiste…. ¿pero alguien puede admitir que algo está pasando en el campo? Ciento y pico de pesos por una malla mediana de cebollas es un escándalo; 18 pesos por unidad de plátanos tipo “rabiza” es un abuso; del pique dejé botadas las papas por feas y cara,s y mejor no hablo de limones ni otros cítricos. Creo que en el desierto de Sahara aparecen más baratos, importados. Pero en lo que el asunto se debate hasta el cansancio sin llegar a nada, hay que defenderse como se pueda. El súper puede ser un campo minado, pero opciones hay. Aproveche especiales… con inteligencia: antes de comprar un artículo en especial, confirme el precio regular e individual del producto y compare los tamaños y las presentaciones. El ejercicio sólo funciona si compara entre artículos semejantes. Solo así puede cuantificar el nivel de ahorro que tendría, y si vale la pena correr al súper a diario. No compre cantidades si el producto es perecedero y/o no entra en el esquema de su alimentación diaria. Por ejemplo, yo no llevaría cinco latas de corazones de alcachofas para mi casa ni aunque la publicidad diga: compre dos y le regalamos tres. ¿Me entiende? En algunos casos, las marcas son importantes. La mayoría de los supermercados ofrecen sus propias marcas de ciertos productos que pueden presentar a precios muy competitivos. Pero cada consumidor conoce lo que necesita, y hay productos genéricos que no llenan sus requisitos. Conozca los productos de temporada: Por fuerza de mercado deben estar ligeramente más baratos. Pero sepa algo más: qué tanto puede hacer con ellos, así no sólo aprovecha el precio, sino también el producto. Haga su menú: Hasta que ocurra un milagro, y los precios de los productos bajen, recomendamos el menú semanal como primera línea de infantería. Sea prudente, creativo, variado y consciente en la elección de los platos. Si no tiene mucha experiencia, ni tanta creatividad, desempolve libros de cocina, busque recetas por Internet o llame a la abuela: estas eran especialistas en alimentar docenas con una gallina en el patio y todos contentos y regordetes. No le tema al “calentao”. Dígale a sus hijos, si no lo ha hecho, que el calentao no es pecado, ni va contra la ley. Es de hecho, una opción inteligente para ahorrar gas, tiempo y maximizar recursos. Establezca un día sin carne a la semana: Y esta es una recomendación por su salud, no tanto por su bolsillo. Hay miles de opciones vegetarianas maravillosas. Amplíe su acervo gastronómico con nuevos platos y comience a ver mejoras en sus análisis de sangre. Propuesta En el Merca Santo Domingo hay excelentes ofertas. En casa somos sólo tres personas: no resulta rentable dar el viaje camino al Cibao por la poca cantidad que consumimos. Pregunto: ¿si el experimento del Merca ha funcionado, es posible replicarlo en mini mercados ubicados más cerca a la ciudad, haciendo más fácil el acceso para aquellos que no tienen vehículos o tiempo para desplazarse hasta allá? De Himilce Amelia Tejada Fuente: diario libre

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