Graves sequías obligan a los investigadores a repensar cómo usar la tecnología para aumentar la producción de agua dulce
jueves, enero 1
Incluso en California, donde la sequía es un mal común, San Diego destaca. Tiene menos precipitaciones que las resecas Los Ángeles y Fresno. La región cuenta con menos agua subterránea que muchas otras partes de este estado estadounidense. Y más del 80% del agua para hogares y empresas se importa de fuentes que soportan una presión cada vez mayor.
El río Colorado está tan explotado que rara vez alcanza el mar; este año la administración tuvo que racionar el agua con origen en el delta del río Sacramento, más de 650 kilómetros al norte, impidiendo el acceso a algunos agricultores del Valle Central de California a su fuente principal de riego. El condado de San Diego, caluroso, seco y cada vez más poblado, permite ver lo que le espera a gran parte del mundo. Y el futuro de muchos de esos sitios también se puede observar en la decisión del gobierno local: construir la mayor planta desalinizadora de agua de mar del hemisferio occidental, con un coste de 1.000 millones de dólares (unos 800 millones de euros).
Este inmenso proyecto, situado cerca de Carlsbad, es un hervidero de actividad donde se mueven casi 500 trabajadores ataviados con cascos amarillos. Cuando esté terminado el año que viene, extraerá más de 380 millones de litros de agua del Pacífico cada día y producirá 205 millones de litros de agua dulce. Aunque estas cifras representan apenas un 10% de las necesidades de agua del condado, lo importante es que será una fuente fiable y a prueba de sequías, un seguro ante la posibilidad de que las cosas empeoren aún más.
El condado está apostando por una combinación de ingeniería moderna y tecnología de desalinización que lleva décadas funcionando. Se está construyendo una trinchera recorrida por tuberías hasta una laguna cercana; 18 tanques de cemento del tamaño de una casa esperan para recibir cargas de arena y carbón para tratar el agua salada antes de que esté preparada para la desalinización; bombas de presión conducirán el agua hasta una tubería de acero inoxidable de un metro de diámetro. Esta última pieza reluciente conducirá el agua a alta presión hasta 2.000 tubos de fibra de vidrio, donde se pasará a través membranas hechas con un polímero semipermeable. Lo que atraviese estas membranas será agua dulce, dejando el salitre atrás.
Este proceso se denomina ósmosis inversa (OI) y es el pilar principal de las potabilizadoras a gran escala en todo el mundo. Al pasar el agua a presión a través de la membrana, el polímero permite que las moléculas de agua pasen, pero bloquea las sales y otras impurezas inorgánicas. La producción global de agua desalinizada se ha triplicado desde el año 2000, hay 16.000 desalinizadoras en funcionamiento en todo el mundo. Y se espera que aumente el ritmo de construcción a la vez que mejora la tecnología. Carlsbad, por ejemplo, tiene membranas comerciales de última generación y sistemas de recuperación de la presión avanzados, pero estas instalaciones siguen siendo caras de construir y operar.
De hecho, la desalinización de agua de mar es una de las fuentes de agua potable más caras. En función de las condiciones de cada planta, el agua se vende de 1.000 a 2.500 dólares por 1.200 metros cúbicos (de 800 a 2.000 euros), que es la cantidad que usan dos hogares de cinco personas en Estados Unidos por año. El producto de Carlsbad se venderá a unos 2.000 dólares (unos 1.600 euros), que es un 80% más de lo que paga el condado por agua tratada de fuera de la zona. Una de las razones por las que tiene este precio es la gran cantidad de energía necesaria para empujar el agua a través de las membranas. Y Carlsbad, igual que la mayoría de las desalinizadoras, se está construyendo con bombas, capacidad de tratamiento y tubos de membrana de más para poder garantizar los picos de demanda. “Dado que es un valor clave para la región, hay una cantidad tremenda de redundancia para tener una alta fiabilidad”, afirma el vicepresidente de Poseidon Water, Jonathan Loveland, cuya empresa posee la planta. “Si falla alguna pieza, otra podrá cubrirla”.
Ya hay unos 700 millones de personas en el mundo que sufren de escasez de agua y se espera que esa cifra alcance los 1.800 millones en apenas 10 años. Hay países, como Israel, que ya tienen una fuerte dependencia de la desalinización; y habrá más que le sigan. En muchos lugares, ya están “llegando al límite de las fuentes de agua renovables”, pero seiguen creciendo, afirma el ingeniero mecánico y director del Centro de Agua y Energía Limpias del Instituto de Tecnología de Massachusetts (EEUU), John Lienhard. “A eso se añade el calentamiento global, que produce condiciones de más calor y sequía en muchas zonas y que potencialmente reducirá la cantidad de agua renovable disponible”. Aunque la conservación y el reciclaje pueden ayudar, no puedes reciclar lo que no tienes. “Según crezcan las ciudades de las costas”, afirma, “aumentará rápidamente el valor de la desalinización, y es probable que asistamos a una adopción generalizada de la tecnología”.
A pesar de este negro panorama, hay buenas noticias. En breve, la desalinización estará madura para introducir mejoras tecnológicas. Una combinación de optimización y automatización mediante sensores, junto con nuevos tipos de membranas podrían permitir la construcción de desalinizadoras la mitad de grandes y que usen muchísima menos energía. Entre otros beneficios posibles, se podrían usar pequeñas unidades desalinizadoras móviles en regiones agrícolas a cientos de kilómetros del océano, donde la hay una gran demanda de agua que no para de crecer.
Fuente: laflecha.net
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