por Sergio Reyes II.
A Antonio López de Santa Anna y Martín H. Juffermans.
-In Memoriam-.
En traviesa sucesión empiezan a aparecer los anaranjados destellos del sol mañanero, jugando a las escondidas entre las copas de los espigados pinares que ocupan la cima de Juan Calvo, mientras se disipan los frágiles cortinajes de la ondulante neblina y las finísimas y temblorosas gotitas de rocío corren en puntillas por el borde de las hojas, antes de evaporarse por efectos del cálido aliento del astro rey que, con su vibrante energía, ya se apresta a enseñorearse del entorno.
Por el arenoso sendero del añejo camino que va desde Capotillo hasta el Cruce de Don Miguel, avanza parsimoniosamente una recua de animales, cargados hasta más no poder con víveres, frutos y otras menudencias. El hombre que dirige la ruta apura el paso de su montura, arrea a las que le quedan más a mano e increpa al ayudante –un imberbe de mediana edad- a fin de que se despabile y haga lo propio con las bestias que trotan cansonamente en la retaguardia. La mañana se avecina y el hombre quiere llegar a su destino ‘con la fresca’, antes de que otro se le adelante en la venta.
Han sido más de 3 días de incesante trajinar, haciendo acopio de víveres y frutos de todas clases, seguido de una meticulosa labor de exprimidera de naranjas agrias para elaborar vinagre con el zumo sazonado con orégano y ajo, debidamente aderezado con ají picante. Finalmente, en la víspera, estuvo bastante ocupado llenando las árganas a toda capacidad y asegurando las monturas en las cercanías del bohío, a fin de evitar retrasos y contratiempos en la salida. En adición, habíale sido encomendado la tarea de entregar unos encargos, en el curso de una de las paradas obligatorias que tenía en agenda, aquel día, y con sumo cuidado depositó los paquetes encima de la mesa, debidamente envueltos a fin de que no sufriesen ningún daño.
Con el vigoroso y estridente canto del gallo habían echado pie a tierra y mientras la vieja les preparaba con premura sendos jarros de un apetitoso y estimulante café, dispusieron el aparejo de las bestias y la colocación y sujetamiento de frutos, sacos y macutos, cuidando de establecer el equilibrio adecuado en el peso de la carga, a cada lado de las árganas.
Con los sorbos calentándoles las tripas, algo para comer en el camino y la bendición ofrendada por la vieja flotando en el ambiente como etérea presencia que les acompañase por el oscuro sendero, habían partido, como otras tantas, infinitas veces, en jornada de venta de los frutos de su conuco hacia la población de Dajabón.
La aplanada cinta de asfalto les salió al encuentro y allí doblaron a la izquierda, para seguir, con el trotar de los animosos componentes de la recua, avistando extensas llanuras inundadas de brillantes y reverdecidas espigas de arroz y bandadas de garzas andariegas levantando vuelo hacia incierto destino.
Luego de un rápido desplazamiento, manteniendo los animales apegados a la vera de la carretera a fin de evitar un posible atropellamiento, en poco tiempo estuvieron plantados frente al portón del Loyola, lugar en donde el hombre aspiraba, -como siempre-, vender la totalidad, o, en el mejor de los casos, la mayor parte de su valiosa mercancía.
Los augurios les favorecían: No se avistaba ningún inoportuno vendutero que les hiciese competencia, y desde el fondo del sombreado patio poblado de cocos, mangos, eucaliptos, ceibas y laureles, ya veía acercarse, caminando a trancos por la calzada, al afable Director del centro académico, quien manejaba en persona estos menesteres de compras.
En definitiva, aquel día habían salido con buen pie.
-II-
Mientras los adultos daban curso, en armoniosa contienda, a las acostumbradas escaramuzas propias del regateo comercial, el muchacho deja rodar los pasos y los pensamientos hacia un mundo de sueños e ilusiones, de estudios y tareas escolares, de siembras y cosechas, de injertos, ensayos, microscopios y laboratorios, vestido de riguroso uniforme, en las idealizadas aulas, pasillos y sembradíos de aquel plantel escolar en el que ya calienta butacas su hermano y dos de sus primos de mayor edad, a quienes están destinados los delicados envoltorios que con tanto celo han protegido durante el trayecto y que contienen algo de ropa interior, artículos para el aseo personal, varias porciones de arepa, media docena de guanimos, semillas tostadas de cajuil, alguna torta de casabe, un poco de mamba –en un jigüerito, con su tapa-, barras de dulce o queso y otras sencilleces, enviadas por las abnegadas madres y la abuela, pendientes, como siempre, del bienestar de sus muchachos.
En breves minutos que parecen horas ha transcurrido el tiempo, casi sin darse cuenta, dejando al pequeño envuelto en siembras de esperanza tras la búsqueda de un futuro luminoso al compás de los latidos de su corazón.
El llamado del tío devuelve al chico a la realidad, y ambos a una se concentran en desmontar la carga que, por ventura, ha sido adquirida casi en su totalidad.
Sueños de libros, siembras y cosechas siguen lloviendo a raudales en la mente del muchacho, en todo el resto de la mañana, mientras se desplazan por las calles de la población en procura de vender los víveres que les quedaban y poder regresar a Pueblo Nuevo antes de que se ponga el sol.
-III-
Con la mira puesta en el porvenir.
Las posibilidades reales de progreso de un pueblo están cifradas, antes que nada, en la disposición de sus gentes en estudiar y capacitarse en cualquier actividad, por humilde que ésta sea, a fin de poder asumir por cuenta propia las riendas de su destino. Al encanto de la vida campesina y provinciana, con su inmenso fardo de valoraciones positivas, de nobles sentimientos y convivencia en armonía, había que agregar el aspecto de una debida formación académica que permitiese que la juventud estudiosa proveniente de la frontera pudiese ejercitarse en diferentes disciplinas del saber, para que, ya como profesionales, pudiese coadyuvar a la mejoría del nivel de vida de su núcleo familiar y contribuir al desarrollo social y económico de la propia región y del país en general.
Había que desplegar las alas y volar hacia otros horizontes que ofreciesen un futuro más auspicioso que el que se tenía por delante, aferrados a la yunta de bueyes, a los aperos de labranza o, en otros casos, a la estricta y condicionante vida militar.
Un puñado de jóvenes de diferentes lugares de la zona fronteriza y la línea noroeste pusieron tempranamente la mira en el porvenir y ante las dificultades o imposibilidad material de dar el salto hacia las urbes, en la búsqueda de un titulo universitario, apostaron al futuro y encaminaron sus pasos hacia Dajabón, en donde les esperaban con el cálido afecto y muchas horas de intenso y estricto estudio y dedicación, abiertas de par en par las aulas y las instalaciones del Colegio Agrícola Loyola.
-IV-
Siembra de esperanzas.
Desde 1936 la frontera norte del país había sido escenario de una intensa labor religiosa y educativa encaminada por religiosos católicos al frente de la Misión Fronteriza de San Ignacio de Loyola, con asiento en Dajabón y jurisdicción en un amplio espacio territorial que se extendía de norte a sur, desde Copey, en la provincia Monte Cristi, hasta Río Limpio, Los Algodones y Guayajayuco, de la actual provincia Comendador –Elías Pina-.
A la labor estrictamente religiosa y de fundación de templos, santuarios, cementerios y otras estructuras relacionadas con el culto católico, los jesuítas adicionaron la creación y sostenimiento de centros educativos que habrían de gravitar de manera trascendental en la formación académica y espiritual de los pobladores de estas latitudes.
Dirigido hacia la formación integral de la mujer, el Colegio Virgen de la Altagracia, fundado en 1942 y administrado por monjas, cubría un programa de capacitación en Enseñanza Elemental e Intermedia así como formación de profesores de Economía Doméstica y Enfermería.
De su parte, el Colegio Agrícola San Ignacio de Loyola, fundado en 1945, además de la formación elemental, centralizaba sus programas en la capacitación de Maestros en Cultivo y Administración de Fincas Rurales. De manera complementaria se impartían cursos de Mecanografía, Carpintería, Plomería, Electricidad, Mecánica y Ebanistería.
Junto a las labores estrictamente académicas, los educandos – una parte de los cuales permanecía en el plantel en condición de Internos- recibían un arduo entrenamiento en natación y otras disciplinas deportivas, entre las que destacaba el fútbol, que constituía la preferencia de la casi totalidad de los profesores, de ascendencia europea, y que, para los linieros, en cierto modo era una innovación, en los años de inicios del centro.
Huelga decir que, dentro de los preceptos educativos del colegio, la formación religiosa y moral constituía una pieza nodal, dirigida a reforzar los valores y principios ciudadanos de los escolares, con miras a preparar sobre bases sólidas a las futuras generaciones de egresados.
Para llevar a cabo su labor educativa el Loyola fue dotado de una sólida edificación central y varias unidades periféricas, dentro de una considerable extensión de terreno usada a toda capacidad a manera de Finca Experimental, en el mismo seno de la población dajabonera. Además de los salones de aulas, laboratorios, talleres de práctica, biblioteca, salón multiuso y oficinas administrativas, la infraestructura básica del plantel fue concebida como un centro de estadía, para albergar determinada cantidad de docentes (profesores y estudiantes) en condición de Internos y Semi-internos, y en ese contexto fue dotado de Capilla, dormitorios, baños, un amplio comedor, cocina y área de lavandería, instalaciones para el desarrollo de diferentes disciplinas deportivas así como espacios para actividades de meditación y esparcimiento.
En adición a la producción de frutos por la vía de injertos, la introducción de especies exóticas a fines de monitorear su adaptación al terreno y las condiciones climáticas de la zona y la ejecución de diferentes siembras con fines docentes y de investigación en materia del agro, a través de los años siempre se ha hecho hincapié en el sostenimiento de huertos destinados a la producción de diferentes tipos de vegetales, así como al fomento de cosechas de víveres variados y diversos frutos, para ser usados en el consumo de los educandos, el cuerpo docente y el resto de la familia Loyola y, en algunos casos, para la venta al público.
Desde la erección del Colegio, las funciones docentes y de dirección administrativa estuvieron a cargo de los Hermanos Cruzados de San Juan Evangelista, orden fundada en La Haya –Holanda- el 1ro. De Julio de 1921. A tales fines, llegaron procedentes de Curazao, en Agosto de 1945, los frailes holandeses Rev. Hno. Martín H. Juffermans y Antonio Maalsté, en viaje de coordinación. Mas tarde, en Diciembre del mismo año, regresaron a Dajabón, para quedarse, el citado M. H. Juffermans, como Director del Colegio y Superior de la comunidad religiosa y el Hno. Francés Julio Esteban Ledeé, Profesor. A estos se unirían, mas adelante, los profesores Eufrasio Hermógenes Rosario –Perito de la Escuela Holandesa de Artes y Oficios-, Juan Schmiehuitzen, Enrique Antonio Putman y Alfredo José Schumacher.
Este experimentado cuerpo profesoral habría de disponer sus esfuerzos en intensas jornadas para sacar a flote los más relevantes resultados en cuanto a la formación educativa de legiones de hombres y mujeres que desfilaron por las aulas de ambos colegios. Junto al Reverendo Padre Felipe Gallego –iniciador de la Misión-, la Rev. Madre Mercedes Loredo –del Colegio de Señoritas- y los Padres Mariano Zaragoza, Donato Cavero, Eloy Mariscal y Mauro Paz, entre otros, habría de compactarse una formidable batería en el orden religioso y educativo, comandada por el Padre Antonio López de Santa Anna, quien devino en convertirse en Padre Espiritual de los dajaboneros, por su ardua, continua e infatigable Labor de mas de 17 años en pro de la realización de una verdadera misión educativa de amor y unidad entre los dominicanos.
Jineteando mulos o caballos, atravesando lomas, cañadas o inmensas llanuras, llevando a los pobres y desamparados su ayuda espiritual y entonando su inseparable trompeta para anunciar el inicio del culto religioso,… así recuerdan los habitantes de la región al Padre Santa Anna!
Las primeras décadas en la ejecución de la labor religiosa y educativa de los frailes jesuitas en la frontera transcurrieron bajo la égida tiránica de Rafael Leonidas Trujillo Molina, quien gobernó la República Dominicana con mano dura, de manera formal desde 1930 hasta 1961, año en que se produce su ajusticiamiento y el país da un viraje que habría de encaminarle en la búsqueda de la democratización y reunificación social.
En esos años los religiosos no experimentaron mayores obstáculos para desarrollar su labor educativa, en tanto que no contradijesen las ejecutorias y directrices que el régimen les indicase. En la práctica, al igual que la mayoría del clero católico y algunos sectores de la población, los miembros de la Misión Jesuíta asumieron una actitud pasiva, de espaldas a la horrenda pesadilla que padecía la Nación. Y en algunos casos, sus miembros asumieron posturas cómplices, de compromisos con ejecutorias de persecución racial y de discriminación y hostigamiento a sectas religiosas diferentes al catolicismo, que pugnaban por abrirse espacio en la frontera. Justo es decirlo.
Con el desencadenamiento de la oleada de apresamientos, asesinatos e inmisericorde golpeo iniciado a fines de 1959 en contra de los jóvenes del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, sacerdotes, seminaristas y otros religiosos a causa de su vinculación con un complot que buscaba el destronamiento del régimen, todo el territorio nacional quedó envuelto en una vorágine represiva de la que no estuvo exento el clero católico.
La postura vertical asumida por algunos de los más preclaros conductores del catolicismo, dio vida a un valiente pronunciamiento de todo el Episcopado Dominicano, a fines de Enero de 1960, en el que, a través de una Carta Pastoral que fue leída desde los púlpitos de las iglesias y difundida en todo el país, se condenaban los crímenes y abusos del gobierno, se demandaba la libertad y respeto de la vida de los miles de apresados y se exigían cambios sustanciales en la conducción de la nación.
Con esta actitud, la iglesia católica imprimía un cambio de rumbo a su anterior postura colaboracionista y daba un paso al frente, del lado de los sectores desposeídos, explotados y reprimidos del país. En abierta retaliación, el régimen enfocó el accionar de sus mecanismos represivos y todo el odio y maldad que podía albergar el trujillato, en contra del catolicismo, sus figuras más preclaras y sus instituciones.
Al tiempo que en todo el país se sucedían bochornosos actos de golpeo y provocación contra los sacerdotes y seminaristas señalados como desafectos de la dictadura, desde las altas esferas se dictaron medidas que procuraban la asfixia económica de los templos, colegios, hospitales, asilos y demás propiedades y entidades administradas por la iglesia católica, que contaban con significativo apoyo financiero del gobierno.
El Colegio Loyola no habría de ser la excepción. Ante el incremento de la andanada represiva y en prevención de la ocurrencia de hechos bochornosos en frente de la población escolar, similares a los que venían escenificándose en todo el país, las autoridades del plantel cerraron provisionalmente las aulas y pusieron a salvo al profesorado, siendo algunos de estos enviados a otros lugares, hasta que mejorase la crítica situación. Al frente del centro y las iglesias quedaron solamente las autoridades eclesiásticas, contando apenas con el cauteloso apoyo de aquellos miembros de la población dajabonera que se atrevieron a desafiar el clima de persecución y hostigamiento contra los representantes locales del catolicismo.
-V-
Cosecha de Futuro.
La caída del régimen trujillista y su repercusión en todos los aspectos de la vida política y social dominicana arrojó cambios significativos en el desenvolvimiento de la actividad del Loyola, que redundaron positivamente en su tarea como ente de orientación y moldeamiento de las conductas de los habitantes de la región, por los caminos de la paz, la convivencia, la capacitación y el progreso.
En el transcurso de este fructífero período de más de 6 décadas de labor religiosa y educativa, ambos colegios (Virgen de la Altagracia y Agrícola Loyola) han devuelto a la patria los frutos de sus cosechas, debidamente preparados y capacitados para enfrentar el porvenir. Legiones de jóvenes de la frontera, la línea noroeste y diferentes puntos del país han abrevado en sus aulas como parte de su nivel inicial de formación y otros han completado los niveles técnicos que acrediten su formación profesional. Muchos de los egresados en el ramo de la agropecuaria han continuado estudios en el país o en el extranjero, en la búsqueda de grados superiores de especialización, adiestramiento y actualización. Otros han puesto en práctica de inmediato sus conocimientos al servicio del desarrollo agropecuario de sus comunidades de origen y del país en general.
Y como resultado de ese intenso esfuerzo de entrega a una causa, los cualificados egresados del Loyola, hoy por hoy se encuentran diseminados por toda la región y diferentes puntos de la nación, ocupando funciones a todos los niveles en instituciones oficiales del sector agropecuario, dirigiendo proyectos de investigación y desarrollo agrícola privados o semioficiales, y también al frente de fincas particulares o propias, ocupaciones en las que ponen en práctica con orgullo, destreza y dedicación los conocimientos adquiridos en las aulas de su añorado colegio.
La Finca Experimental del colegio se ha constituido en un novedoso y creativo laboratorio de investigación científica del que han surgido aportes de incalculable valor para el desarrollo y rendimiento de las siembras y el combate de las plagas, lo que redunda positivamente en la calidad de los frutos y el incremento de las cosechas. Así lo atestiguan las Tesis de estudios, investigaciones y ensayos genéticos con diferentes variedades de arroz, guandules, plátanos, gramíneas y diferentes especies de frutales, las que sirven de modelo y referente didáctico y bibliográfico en facultades e institutos de estudio agropecuario en el país.
El colegio marcha a la vanguardia en la minuciosa labor de investigación, identificación y catalogación de especies botánicas y zoológicas en la región, labores en las que los estudiantes, asistidos de su equipo de biólogos y naturalistas, van de la mano con sus homólogos del Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal, en la región sur del país.
El paso de los años y los avances de la ciencia y la tecnología han motivado que el Loyola ejecute, a lo interno, las reformas que demandan los tiempos modernos y que le permitan adecuarse a las necesidades actuales de la sociedad dominicana y de la región fronteriza en particular. Así vemos como en años recientes se han introducido cambios que van desde el nombre y la oferta curricular hasta su estructura física. El actual Instituto Tecnológico San Ignacio de Loyola –ITSIL- ha pasado a ser un moderno centro formativo con ramificaciones en diferentes áreas del saber y con un moderno y eficiente soporte amparado en la tecnología digital que hoy por hoy señala los pasos a seguir en la ruta hacia el desarrollo de los pueblos.
La plataforma académica central está conformada por el ciclo de Educación Básica, Técnica y Agronómica, seguida del plan de Escuela Técnica Obrera (en horario nocturno), niveles básicos de Inglés (vespertino) y Formación Pedagógica (Sabatino).
Esta oferta curricular ha sido reforzada recientemente con la inclusión de niveles técnicos de estudios en Enfermería, Metal-Mecánica, Electricidad Industrial e Informática así como Gestión y Contabilidad.
Desde los primeros años de su fundación, a la función educativa a lo interno de las aulas el Loyola ha sabido agregar una intensa labor extracurricular de asesoría y entrenamiento, orientada principalmente a la capacitación de sectores humildes de la población a fin de que puedan sacar el mejor provecho a las actividades a que se dedican y que constituyen su principal medio de vida. En ese contexto se inscribe la realización de jornadas de entrenamiento en materia de fomento y asesoría en producción apícola, en coordinación con las entidades que agrupan a los productores de miel y sus derivados, en la región; Además, se ha instalado un moderno invernadero y se encaminan las gestiones de ampliación y sostenimiento del vivero de plantas frutales y ornamentales así como de especies endémicas, dirigidas principalmente a reforzar las jornadas regionales de reforestación, entre otras tareas y labores, al servicio de la comunidad.
Contando con un eficiente y dinámico cuerpo docente, a la cabeza del cual se encuentran su Director, Melvin Arias , SJ y Ruffo Jiménez –Director Académico-, el actual ITSIL se mantiene a la vanguardia educativa y actúa como ente de equilibrio y moderación de la sociedad dajabonera y la región fronteriza. En ese tenor, hace sentir su voz ante cualquier circunstancia o acontecimiento que incida en la vida ciudadana.
Periódicamente le devuelve al pueblo, convertidos en profesionales honestos y altamente capacitados, los hijos que ese mismo pueblo le confió un día, para que les moldeara la conducta y les enseñara el manejo de la técnica para ponerla al servicio de la humanidad. Y los resultados de esa siembra de esperanza, abonada con el amor y la dedicación de los profesores y autoridades del Loyola los vemos cada año, con el racimo de nuevos profesionales que constituyen la cosecha de futuro que Dajabón le ofrenda a la Patria.
Para satisfacción de muchos antiguos egresados del colegio, en años recientes la Secretaría de Estado de Educación emitió la Resolución No. 253-06, del 8 de Enero de 2006, mediante la que otorga, de manera Honorífica, el titulo de Bachiller Técnico Agrícola a todos los egresados del nivel de Maestros en Cultivo en el periodo 1949-1975.
En dicho intervalo la legislación educativa no incluía el citado grado de capacitación, aunque en la práctica, con más de 25 años de ejercicio, los Maestros en Cultivo acumularon los méritos necesarios y recibieron los reconocimientos de entidades públicas y privadas en que se habían desempeñado, a pesar de no contar con ninguna compensación adicional y sin que les fueran avalados dichos conocimientos y habilidades para fines curriculares o de promoción en sus posiciones laborales. Independientemente del carácter simbólico de dicha Resolución, esta se constituye en una acción de justicia, que satisface, en el orden profesional y personal, las aspiraciones de cerca de 400 egresados, reconoce su capacidad y nivel formativo y exalta la valoración del Loyola como institución académica de acrisolado nivel pedagógico, que puede equipararse con cualquier otra entidad educativa del país dedicada a forjar profesionales en el renglón de la agropecuaria.
La ciudad de Dajabón y sus alrededores ha sido golpeada recientemente por el paso de tornados, tormentas eléctricas, granizadas y otros fenómenos meteorológicos que han causado daños cuantiosos a la agricultura y las propiedades públicas y privadas. Las instalaciones del Loyola experimentaron en carne propia los efectos de dichos meteoros y de manera principal el tornado del año 2007, que provocó el desplome de techos en diferentes edificaciones, rotura de puertas y ventanas agrietamiento de paredes, inundación de los terrenos de siembra por desborde del canal Juan Calvo y caída de gran cantidad de árboles centenarios que constituían parte de la riqueza ecológica de la finca experimental, entre otros daños.
Esta situación puso sobre el tapete la urgente necesidad por la que atraviesa el plantel en cuanto a efectuar un remozamiento general de sus instalaciones y proceder con la construcción de otras unidades docentes que le permitan atender debidamente a una población estudiantil en constante crecimiento.
En adición a las labores de reconstrucción encaminadas diligentemente por las instituciones oficiales que acudieron en auxilio del colegio y el resto de la población dajabonera, el Loyola se ha enfocado en la tarea de captación de fondos, subsidios y ayudas de entidades nacionales e internacionales dedicadas al fomento de la cultura y la educación, en la búsqueda de soluciones a las necesidades indicadas.
La consecución de estos objetivos constituye el principal dolor de cabeza de los ejecutivos del ITSIL en la actualidad y requiere el apoyo y solidaridad de todos nosotros.
La juventud estudiosa de la frontera, sus familias y comunidades de origen esperan con optimismo la exitosa culminación de esas gestiones.
-VI-
El muchacho de la historia no pudo ver cristalizado su sueño de llegar a las aulas del Colegio Agrícola de Dajabón. Los caminos de la vida le condujeron por otros rumbos, otras latitudes y otras habilidades. No reniega de su destino ni de los resultados obtenidos en el curso de su vida, embebido en otras siembras y otras cosechas. Sin embargo, al pasar por en frente de las instalaciones del plantel, al observar los hermosos sembradíos a través de la verja, al conversar con antiguos alumnos, conocer las incidencias del más reciente ‘Encuentro Anual de Egresados’ o asistir a alguno de los actos con que el Colegio entrega su más reciente cosecha, no puede dejar de sentir un poquito de pena, un dejo de nostalgia, por lo que pudo ser,… y no fue.
Y sigue guardando, para sus adentros, su respeto y admiración para los alumnos del Loyola y los maestros que les guían con acierto y dedicación en la tarea de convertirles en probos y eficientes profesionales.
Quizás algún día, alguien de mi descendencia cuelgue en la pared de la casa, en el punto más alto y a la vista de todos, un Diploma de egresado del Loyola.
Ese seria mi más valioso tesoro!
sergioreyII@hotmail.com
08/31/2009. NYC; 3:30 p.m.
EL COLEGIO AGRICOLA LOYOLA ABONA ESPERANZAS Y COSECHA FUTURO.
viernes, septiembre 4
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