Enviado por:Sergio Reyes II.
Llegaron llenos de patriotismo, al igual que lo harían los valientes y abnegados muchachos del catorce, obnubilados con la visión de un puro ideal que les vendía la propaganda oficial; luchando a contrarreloj por poblar masivamente la frontera y frenar a toda costa el avance del pretendido peligro que se nos venía encima, desde el Oeste.
“ … Tierras cultivables, aperos de labranza, semillas y cepas de diferentes rubros agrícolas -para el rápido fomento de conucos y huertos-, yuntas de bueyes -para el arado-, cerdas preñadas -para la crianza-, abonos y asesoría técnica para desarrollar buenas cosechas, ayuda en metálico, (en lo que mejoraba la cosa) y -más adelante- préstamos a través del Banco Agrícola, para financiar –principalmente- cosechas de Maní.”
Llegaron en oleadas sucesivas. Ante el evidente fracaso experimentado por las primeras brigadas, compuestas de “voluntarios” presidiarios y rufianes de toda clase, con quienes se quiso ensayar en la frontera la integración a la labor agrícola y el disfrute de una vida honrada y en libertad, el régimen de Rafael Leonidas Trujillo Molina no tuvo otro remedio que optar por lo que el buen juicio aconsejaba y empezó a reclutar campesinos verdaderos, con ganas de trabajar y sin miedo a las dificultades propias del quehacer agrícola.
Llegaron, espoleados por las ansias de algún día, poder llegar a ser dueños del terruño abonado por sus sudores y sus lágrimas, empezaron a llegar, algunos en pareja o grupos familiares y, otros más, solos, a observar cómo marchaba el asunto, para motivar a los del núcleo familiar que habían quedado atrás, a la espera de las buenas nuevas.
Llegaron desde todos los puntos cardinales, pero en mayor medida de Salcedo, Macorís y otros puntos del Cibao central. Hombres y mujeres duchos en las faenas agrícolas, templados, como el acero en el duro batallar, de sol a sol, fecundando la tierra para hacerla parir el pan redentor. Hombres humildes y abnegados. Amantes del trabajo, las fiestas y los gallos, el buen trago, … y las mujeres!! Valientes y decididos, a toda prueba. Como los necesitaba la frontera y el país.
El ardiente sol les dió la bienvenida, quemó sus pestañas y bañó sus frentes de salados torrentes de sudor. Allí todo estaba por hacer: La madera y los martillos, clavos y planchas de zinc les esperaban, para empezar a darles forma a lo que habría de ser sus moradas.
Aunando esfuerzos, unidos como un solo hombre, coordinando acción y movimiento fueron levantando las estructuras, definiendo los perímetros y posesionando a los ocupantes, en una ininterrumpida jornada que se proyectó en el tiempo y el espacio, hasta que el último “colono” estuvo junto a su familia bajo un techo seguro y resguardado por cuatro paredes.
Segundos, minutos, horas y días que hermanaron afanes y sentimientos, en busca de un bien común. Compartiendo el cachimbo, el traguito de café y la comida, cocinada, también, colectivamente,
El parto de aquella épica jornada quedó pomposamente patentizado para la historia como Colonia Agrícola Pueblo Nuevo, en tierras que forman parte de lo que hoy es el Distrito Municipal de Capotillo. Diez casitas fueron el fruto de esa primera cosecha y diez las primeras familias asentadas. Así, comenzó a forjarse, en la fragua del quehacer colectivo, esa pujante comunidad cuyos descendientes, con ligeras variantes, aún permanecen en la frontera, apegados a los añejos troncos de aquellos valientes que echaron raíces allí, hace más de 60 años.
Cuando entré en conocimiento de estas vivencias, y acogí como mías las penurias y alegrías de estas gentes, muchas cosas habían cambiado sustancialmente. La población inicial creció numéricamente y nuevas oleadas de inmigrantes siguieron llegando, atraídos por las favorables expectativas que ofrecía esta tierra de promisión. Se habilitó una escuelita para instruir a los niños y oficiar misa en Domingo y otras viviendas fueron levantadas para acoger a los recién llegados o a las nuevas parejas surgidas entre miembros de los núcleos familiares asentados u otros lugareños que desde antes residían en la zona.
Algunos partieron de allí, en busca de más amplios horizontes y nuevas ocupaciones. Otros llegaron y encontraron en el terruño la necesaria receta para curar sus dolencias. Y se abonó esta tierra buena con los afanes y desvelos de estos nobles y dignos inmigrantes.
Domínguez, González, Ramírez, Jiménez, Lora, Portes, Rivera, Infante, Reyes, Jorge, Chávez, Cordero, Arias, Paulino, Batista, Saint-Hilaire, entre otros muchos apellidos, son solo una muestra de la expansión experimentada por aquellos visionarios que llegaron a la frontera a poner alma vida y corazón en cada surco de la pródiga tierra.
Hoy rebasan los linderos de Pueblo Nuevo, Dajabón y la República Dominicana y vuelan por todas partes del mundo, llevando con orgullo, doquiera que van, un poquito de su raza sus costumbres y su tierra.
Ante esos imbatibles y valerosos hijos de Pueblo Nuevo y en homenaje a los que se marcharon antes, a conciliar sus cuentas con la Parca, hoy me inclino, reverentemente. Ellos son mi familia, de ahí vengo yo.
05/15/2009. 8:00 p.m. NYC
PUEBLO NUEVO, TIERRA DE PROMISION.
jueves, mayo 21
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