EL PAN DE LA ENSEÑANZA.

martes, mayo 26

Enviado por: Sergio Reyes II.

Hace unos años acompañé a mi fraterno amigo Claudio Tavárez Belliard a la comunidad de Santiago De la Cruz, a una visita de profunda significación, que nos dejó, a ambos, gratamente satisfechos. Nos dirigíamos al hogar de una veterana educadora, jubilada, forjadora de generaciones enteras de coterráneos, a quienes, con su estilo muy peculiar, ayudó a convertir en hombres y mujeres de bien, al mejor servicio de la sociedad. Y, como es natural, aquella brillante maestra, en su momento hubo de apelar a métodos más enérgicos, convincentes y aleccionadores, a la hora de tener que enderezar entuertos o amansar muchachos díscolos y traviesos, como en todas partes los hay.

De travesuras, rebatiñas y muchacherías están rebosantes los recuerdos infantiles, y, al tiempo que el vehículo se desplazaba plácidamente por la carretera, en dirección a la vivienda de la añosa educadora, Claudio se extasiaba relatando las mil y una peripecias y bellaquerias protagonizadas por él en sus tiempos de escolar. Sus palabras denotaban el alto aprecio que albergaba para con aquella maestra, y la plena conciencia de que, en su momento, una reprimenda recibida a tiempo, había contribuido a solidificar su espíritu y templar sus principios y convicciones.

En llegando a la casa nos recibió en persona la Maestra Teófila Riverón. El implacable paso de los años había hecho mengua de su anatomía, y recientes dolencias, unido a sus achaques de rutina -por la edad-, le tenían guardando reposo preventivo.

No obstante, con una dulzura y mansedumbre que nos dejó maravillados, atendió nuestra llegada y nos dispensó una placentera velada en la que, por momentos, pareció olvidar sus mortificantes dolencias.

Al rememorar las travesuras de los párvulos de entonces –cosa común en todas las épocas y lugares- sus palabras vibraban de emoción y por sus datos pudimos elaborar un extenso listado en el que resaltaban los más conspicuos y aguerridos mozalbetes de la región, la mayoría de los cuales en el presente son figuras conocidas de la vida pública y desenvuelven sus vidas acorde a los principios y normas adquiridos de aquella enérgica y a la vez tierna maestra de escuela.

Consciente de haber sido merecedor consuetudinario del aleccionador castigo y la ejemplarizadora reprimenda de la maestra Riverón, los ojos de Claudio brillaban de una manera muy especial y se anegaban por momentos, mientras disfrutábamos del encuentro. Ella, a su vez, parecía renacer, al recordar esos años idos, de intenso y productivo ejercicio magisterial.

Tras despedirnos de la entrañable dama partimos de alli, satisfechos de saber que, aunque su presencia fisica ya no estuviese en las aulas, todavía podíamos contar con la elocuencia, claridad de ideas y la inmensa humanidad que simbolizaba la educadora, ejemplo a seguir por generaciones enteras de dajaboneros.

Por mi parte, dejé volar los pensamientos, para evocar , tambien, a dos maestros que tuve en mi infancia, de quienes guardo gratos recuerdos y experiencias. Ellos son Austria Carrasco y Ramón Maria Rivas Peralta. Bajo su tutela recibí los primeros rudimentos escolares, en la escuelita rural de Pueblo Nuevo –Capotillo-. Ella, dulce, tierna y hermosa; El, firme, enérgico y ejemplarizador. Educadores, ambos, a carta cabal.

Jamas volví a verlos . Apenas algunas referencias sobre sus vidas. Yo no tuve, como Claudio, la dicha de encontrarme, frente a frente, con mis profesores de antaño, para expresarles el inmenso agradecimiento que les profeso, por los esfuerzos y afanes desplegados al brindarme el Pan de la Enseñanza, para que, hoy dia, sea lo que soy.

Si alguien sabe de ellos o de sus familias, háganles saber, en mi nombre, que este humilde educando les llevará eternamente en su corazón.

05/22/2009. 8:00 p.m.; NYC.

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