Llegó como un inmigrante más, en las alforjas de algún conquistador proveniente del viejo mundo en procura de hazañas que, a falta de linajes heredados, le hiciesen merecedor de títulos nobiliarios ad vitam para si mismo y su descendencia, y de paso, llenarse los bolsillos del codiciado oro y otros tesoros que, al decir de los que llegaron antes, aquí los había en abundancia y los mansos pobladores los regalaban a manos llenas o los intercambiaban por espejitos y otras baratijas similares.
Quizás formó parte de la magra dieta culinaria de los monjes, frailes y legos que, Biblia en mano, se unieron a la aventura expansionista y colonizadora de Occidente, creyendo , de buena fe, que entre los objetivos de aquella estaba en verdad la “evangelización y adoctrinamiento” de los numerosísimos núcleos poblacionales establecidos en estas tierras, muchos siglos antes del mentado “descubrimiento”.
O tal vez vino de polizón, en el fondo de las faltriqueras de los rufianes de toda ralea que constituyeron la tripulación de las naos surtas en los puertos de la España imperial, para hacerse a la mar y contribuir con el logro de la empresa expedicionaria; todo ello a cambio del perdón de los pecados y la expectativa de estar presentes, si sobrevivían a la riesgosa aventura, al momento del reparto del pastel –o la piñata, para ser mas auténticos!-.
Lo cierto del caso es que, proveniente de la India y bosques subtropicales del suroeste de Asia, esa deliciosa y apetecible fruta que llamamos Mango (Mangifera indica), hubo de sortear mil y un obstáculos antes de recalar en tierras de lo que hoy conocemos como América, y una vez allí, el cálido clima tropical y las pródigas tierras de estas latitudes le abrieron las puertas de par en par. Y la planta terminó aclimatándose –y echando raíces- para sentar sus reales en condición de hija legitima. Y se quedó para siempre, como un positivo legado del viejo mundo.
El árbol del mango pertenece a la familia de las Anacardiáceas; su altura aproximada es de 15 metros. Su fruto es una aromática drupa carnosa, oval y ligeramente arriñonada, de tamaño variable según la especie de que se trate. Tiene un agradable sabor con un alto contenido de resina. Rico en Vitamina A, Calcio, Fósforo, Hierro y Riboflavina. Su alto valor nutricional radica en su gran contenido de fibras. La madera del árbol tiene cierta utilidad en la construcción y las hojas, flores, corteza y raíces son recomendaddos con niveles de credibilidad por la farmacopea doméstica en el tratamiento de afecciones como la Disentería, Uretritis, Asma, Blenorragia y Bronquitis. Se le reconocen importantes funciones diuréticas y febrífugas.
Según la variedad, el fruto va desde un color verdoso, amarillo-verdoso y amarillo intenso hasta rojo, anaranjado y púrpura. Su sabor difiere según el tipo, pero por lo general va desde un intenso dulzor hasta agridulce. Algunas especies tienen manchas de variados colores y pintas negruzcas o cenizosas.
A nivel intensivo, las primeras muestras de esta planta fueron introducidas en el país procedentes de la isla de Barbados, a donde había pasado desde Brasil y en la actualidad se cuenta con especies que pueden ser consideradas “criollas” junto a otras que se han introducido con fines comerciales a nivel de plantaciones agroindustriales. En sentido general, las variedades criollas mas comunes son las conocidas como Banilejo, Colón, Vizcaíno o manga, Guerrero, Gota de Oro, Fabricó, Mameyito, Juan Jáquez, Madame Francis y el codiciado Yamaguí, compartido por igual a todo lo ancho de la isla Hispaniola. A su vez, los importados (o “injertos”) son los conocidos como Palmer, Keitt, Tommy Atkins y Hayden Kent, entre otros.
Además del consumo directo a través del deguste del fruto en estado natural, en los últimos tiempos se ha diversificado la demanda en forma de jugos, jaleas, pasteles, helado, mermeladas, conservas, rebanadas deshidratadas, almíbar, pulpa o néctares, así como también en ensaladas, antes de su maduración, entre otras muchas presentaciones posibles.
Las excepcionales condiciones climáticas de la República Dominicana hicieron posible que desde los tiempos de la colonia se difundiese la siembra masiva de diferentes variedades de mango. Este requiere clima cálido, temperatura media de 25-30 grados centígrados, y poca saturación arborícola, ya que el exceso de sombreado reduce el buen color del fruto y el contenido de azúcar. Entre plantas debe mediar una distancia no menor de 8 metros, en terrenos que no excedan los 500 msnm, con precipitaciones no mayores de 500 – 1000 mm, puesto que el exceso de lluvias favorece la propagación de enfermedades producidas por hongos, al tiempo que se disminuye la producción por caída de las flores.
En ese tenor, son preferibles niveles bajos de precipitaciones, debido a que esta condición puede ser manejada con riego controlado. Los suelos arcillosos y bien drenados, con PH 6-7 son los más apropiados para el fomento del cultivo.
A pesar de su aparente robustez y fortaleza, el árbol del mango, -como la mayoría de los frutales-, constituye presa fácil para una amplia variedad de plagas que infestan las flores, hojas, ramas, tronco y raíces de la planta, disminuyendo drásticamente sus niveles de productividad. Además, una vez desarrollado el fruto es atacado por parásitos depredadores tales como ácaros y áfidos, con una voraz capacidad destructiva, que pueden acarrear en fracciones de días o semanas la perdida sustancial de una cosecha.
Por su poder destructivo, entre las plagas y enfermedades más conocidas y extendidas en el país se encuentran la Mosca de la Fruta (Anastrepha oblicua y Anastrepha suspensa), la Cochinilla o Escama (Pseudosonidea trilobitiformis), Escama de la Lechosa (Paracoccus marginatus), Cochinilla Rosada (Maconellicoccus hirsutus) y Trips (Selenothrips rubrocinctus); a estas se agregan los ácaros (Eryophnes mangiferae) y áfidos (Toxopthera citrusidos).
De las enfermedades, la más recurrente es la Antracnosis, causada por el hongo Colletotrichum gloesporioides, la cual afecta las flores, frutos, hojas y ramas. La señal que identifica esta afección de la planta es el surgimiento de manchas oscuras en las flores, hojas y frutos, lo que, a la larga da por resultado la pudrición total del mango. Esta enfermedad tiene una rápida propagación y desarrollo en las épocas de lluvia y por medio del rocío.
Debido a la falta de recursos y a la escasa –y por lo general inexistente- asesoría técnica y poco apoyo estatal a los pequeños productores, año tras año vemos repetirse el drama de la pérdida o disminución de las cosechas provocadas por el devastador efecto de las enfermedades y plagas citadas o por causa de la sequía. Y cuando la cosecha es aceptable, entonces interviene el problema de la falta de mercados competitivos, con lo que se pueda salir al frente a la especulación y a la competencia desigual proveniente de nuestros vecinos de Haití, país con una significativa producción anual de mango que, debido a las estrechas condiciones socioeconómicas en que se desenvuelve se ve forzado a vender el grueso de su cosecha a comerciantes especuladores dominicanos a precios por debajo de los niveles razonables y equitativos.
Mas que como productores en gran escala, con las debidas metodologías y criterios agroindustriales, la gran mayoría de quienes se dedican al negocio de producción y comercio del mango en nuestro país se comportan como simples recolectores, lo que significa que cada año, al llegar la temporada de cosecha, se limitan a recoger el fruto, apilarlo a la orilla del camino –o carretera- y sentarse a esperar a que la providencia les envíe un buen comprador, hecho que, en la practica, pocas veces sucede. Y después, los lamentos, las reconvenciones y la falta de fe en que las cosas mejoren.
Nuestro país cuenta con zonas de amplia tradición en la producción anual de mangos de diferentes variedades y con calidad suficiente para poder competir con los de otras latitudes y abrirse una brecha en el mercado de exportación. Pero, para lograr ese sueño y poder dar el salto cualitativo que requiere la exigente competitividad del mercado internacional, debemos aplicar a la mayor brevedad las normas científicas que requiere una producción agrícola saludable y sobre todo rentable.
Provincias como Peravia, San José de Ocoa, San Cristóbal, Azua, Dajabón y La Altagracia absorben el 82% de la producción anual de mangos, en todo el país y poco a poco ha ido creciendo la cantidad de inversionistas locales y extranjeros que cifran sus esperanzas en la captación de los mercados internos y de exportación. Dicha aspiración conlleva inversiones cuantiosas y un cuidado y seguimiento a la producción, que comienza con la selección y siembra de la semilla, cuidado y crecimiento de la planta, …., y no termina nunca.
-Estamos hablando de que es necesario un cuidado efectivo de la plantación para evitar pérdidas por mal manejo tecnológico.
-Estamos hablando de aplicar abonos y fertilizantes cada 60 días, durante el primer ano, y luego a plazos mas distanciados.
-Estamos hablando de podas paulatinas a las plantitas para modificar y corregir su forma y estructura, después de la primera producción y cada año después e la recolección. Y de manera selectiva, aplicar poda de punta, poda de formación y poda severa, según el caso.
-Estamos hablando de aplicar fungicidas a todo el árbol desde la floración hasta la recolección para prevenir la invasión y daño de las plagas antes señaladas.
-Estamos hablando, en fin, de aplicar riego directo, en caso de sequías, cuantas veces sea necesario a toda la plantación; y dejarnos de estar clamando al cielo por lluvias.
Hablando claro, estos son los requerimientos de la demanda y hay que responder a ellos aplicando los correctivos de lugar. O dejarnos de soñar con exportación y competitividad.
Y todo esto, sin abundar en los exigentes requerimientos de una producción orgánica que cumpla a cabalidad con las normas internacionales, para poder calificar como producto exportable.
CRISIS EN LA COMERCIALIZACION DEL YAMAGUI.
Como hemos señalado, nuestro país cuenta con una amplia variedad de especies de mango; algunas se han adaptado por igual en todas las regiones y otras al parecer tienen mayor preferencia por alguna zona en particular.
Como ejemplos típicos tenemos la variedad conocida como Mango Banilejo, que se cultiva en gran parte del suroeste del país, principalmente en las provincias Peravia, San José de Ocoa, San Cristóbal y Azua.
Igual ocurre con la variedad Santa Maria o Sainte Marie, cuyo nombre, por transliteración fonética del francés al español quedó convertido en Yamaguí o Zamari. Este último se cultiva en todas las provincias de la línea noroeste, concentrándose los mayores índices de producción en Dajabón y Santiago Rodríguez.
Se ha consignado históricamente que la introducción de esta variedad de mango se remonta a los tiempos de la colonia francesa de Saint Domingue que, al obtener su independencia luego de una cruenta revolución pasó a ser en 1804 la República de Haití, primer nación negra del nuevo mundo, compuesta por ex esclavos que se sacudieron heroicamente del yugo colonialista de Francia.
La siembra de este fruto está diseminada por todo el territorio de Haití y, por el efecto de la ósmosis, se ha extendido a gran parte del territorio dominicano que corre a lo largo de la frontera. Con el paso de los años, la popularidad del fruto motivó un incremento en su comercialización, pasando a ser entonces, de una actividad de intercambio eminentemente fronteriza hasta convertirse en una importante fuente de generación de divisas en todo el ámbito de la república y con proyecciones de penetración del mercado de exportación, dada su gran demanda en lugares de gran incidencia de inmigración de dominicanos e hispanos en general.
El fenómeno se repitió de igual manera a ambos lados de la frontera y todo parece indicar que los extensos mangales diseminados por todo Haití no han sido afectados por los lamentables efectos de la creciente deforestación que sufre el vecino país a causa, principalmente, de la tala indiscriminada de árboles para alimentar los rudimentarios hornos de fabricar carbón, actividad económica con la que se sostiene una parte importante de la clase depauperada de esa nación hermana.
Alentados por las auspiciosas señales de mejoría económica, sin ganas de reincidir en las traumáticas experiencias de fallidas cosechas de maní, guandules, café, yuca amarga y otros rubros que tuvieron cierta cuantía en el pasado, y ante las negativas experiencias históricas del inestable y poco rentable negocio de la crianza ganadera, los habitantes de la frontera pusieron su mira en la siembra extensiva del mango, a nivel de plantación.
De tal suerte, en donde antes sentó sus reales la yuca, el guandul, la batata, el plátano, el maíz y otros cultivos menores, -o pastizales para alimentar el ganado-, de buenas a primeras estas siembras pasaron a ser sustituidas por mangales, principalmente de la variedad de Yamaguí, en una nueva apuesta cimentada en la mejoría económica y cambio en la calidad de vida del hombre y mujer fronterizo.
La sustitución del género a ser cultivado trajo consigo cambios sustanciales en la actitud y hábitos de la vida diaria del productor campesino. El periódico arado o roturación de las tierras, como acondicionamiento a nuevas siembras, se hizo innecesario, siendo sustituido escasamente por un chapeo fugaz y medalaganario circunscrito al área de influencia de cada planta, tarea que, por lo general, apenas se lleva a cabo en la época previa al recogimiento de la cosecha. La falta de hábito y ausencia de asesoría borraron de raíz la obligatoriedad de abonar las tierras para preservarlas de las plagas por medio de funguicidas y darles el cuidado y seguimiento adecuados.
En definitiva, el otrora pujante e inspirado agricultor devino en simple recolector, sentado a la sombra del mango, esperando ver llegar una buena cosecha y ecuánimes compradores.
Y como colofón, nos quejamos, con plañideros lamentos de que “- las lluvias tumbaron las flores”, de que “-la cosecha va a ser poquita” y de que “-los haitianos –por las razones antes señaladas- venden sus mangos mas baratos que los nuestros y nos quitan el mercado”.
Por Dios, seamos más creativos!!; Dejémonos de lamentos y excusas pueriles y concentrémonos en la búsqueda de soluciones viables para resolver el problema!
El logro de la superación del atraso económico requiere, en gran medida la concertación de esfuerzos en un objetivo común que integre la actitud positiva del individuo, las colectividades organizadas y la clase gobernante, que debe estar presta a acudir en ayuda de aquellos menos favorecidos de la fortuna.
Las asesorias, financiamientos, suministro de tecnologías modernas e insumos deben ser puestas al alcance de los pequeños y medianos productores y el sector agro-industrial, que cimenta sus expectativas de vida en la producción del citado rubro.
Ante el descrédito y evidente descalabro en que las malas ejecutorias han sumido al mal llamado Instituto de Estabilización de Precios -INESPRE-, entendemos que se debe propugnar por la creación de una Cooperativa de Cosecheros de Mango que auspicie, brinde asesoría y facilite prestamos a bajo interés, a los productores de mango en la región y que a la vez, centralice todo lo que tiene que ver con la comercialización, exportación y posible procesamiento e industrialización del producto.
Retomando el aleccionador axioma de que “La Unión hace la Fuerza”, debemos hacer causa común en pro de una solución que beneficie a todos los productores. Se hace impostergable la captación de mercados que vayan mas allá del estrecho cerco de la taimada especulación impuesta por quienes pretenden esquilmar, a precio vil, la producción de todo un año de sacrificios, tanto del campesino haitiano como del dominicano. Con camiones propios, almacenamiento adecuado y el salto hacia mercados más acordes a la realidad de la comercialización, el mango Yamagui podrá llegar a ser más temprano que tarde, la gallinita de los huevos de oro del campesino de la frontera.
Finalmente, como no soy agrónomo, economista, funcionario, legislador ni candidato a cargos electivos en representación del pueblo, me gustaría conocer las opiniones y sugerencias sobre el tema que nos ocupa, de aquellos que si lo son, a través de este medio de información masiva que constituye una ventana abierta para orientar y debatir las inquietudes sociales. Con ello podré reforzar o corregir mis planteamientos, porque, en definitiva, como otros tantos, yo también aspiro disfrutar mi vejez con los ingresos de la venta de mis manguitos, producidos en la finquita de la familia, ubicada en el Cerrito de Los Reyes, Distrito Municipal de Capotillo.
f/elmasacre.com
Cosecha de mangos: reiterado dilema del productor fronterizo
jueves, mayo 14
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