Erik Sprague, el hombre reptil

lunes, julio 28


Cuando Erik Sprague se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, y de una indigestión de lechuga aliñada con mucho vinagre y un barreño de crema de espinacas, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso

Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de saurio terrenal. Se dice que los reptiles son animales vertebrados, ovíparos u ovovivíparos, de temperatura variable y respiración pulmonar que, por carecer de pies o por tenerlos muy cortos, caminan rozando la tierra con el vientre. Sprague era así. Al levantar un poco la testa observó sus casi dos metros de largo, contando desde la parte anterior de la cabeza hasta la extremidad de la cola. Se había convertido en una criatura insólita de cabeza ovalada, boca grande, muchos y agudos dientes, cuerpo prolongado y casi cilíndrico, y cola larga y perfectamente cónica. Sprague se dio cuenta de que sus cinco dedos estaban incardinados a unas afiladas uñas; la piel, cubierta de laminillas a manera de escamas, blancas en el vientre, y manchadas de verde, amarillo y azul, que formaban dibujos simétricos, en el resto. Como Gregorio Samsa de Franz Kafka.

Erik Sprague estuvo a punto de doctorarse en filosofía por la Universidad de Albany antes de comenzar su transformación verdusca. Además, tiene el grado de licenciatura en Artes en filosofía del Hartwick College en Oneonta, Nueva York. Pero prefirió encarrilar su carrera por lo verde. Totalmente tatuado en ese color, solo en la madrugada rediseñó su piel como una lagartija. Se talló los dientes en forma puntiaguda, y los dejó amarillos, y se bifurcó la lengua para hacerla todavía más similar a un reptil, como apreciarán aquí al lado.

Nacido el 12 de junio de 1972, conocido entre sus amistades como Lizardman, Erik Sprague es un tipo raro, raro, raro... al que no le importa exhibirse en público. El gentío brama y le pide que les enseñe sus dientes afilados, sus tatuajes de escamas verdes por todo su cuerpo y la lengua viperina de las mariposas. Es también un animal televisivo y, si encarta, también trabaja para bodas, bautizos y comuniones, aunque su visión no es nada aleccionadora para el público infantil. Este Hombre Lagarto come fuego, se traga una espada, duerme sobre una cama de clavos, es insectívoro, y suspende habitualmente: se cuelga sólo de la piel con un gancho. Sprague está altamente implicado en la comunidad de la modificación corporal. También es plumilla y moja de vez en cuando sus tijeras en tintero verde -¿qué pensará el Nobel chileno Pablo Neruda del uso del color que anidaba en su recado de escritura?- para tallar muescas en el sotabanco del fanzine electrónico «Body Modification e-zine». Allí despacha artículos de «reflexión profunda», de «libre pensamiento»: cómo convertir la lengua viperina en bífida, cómo tallar la piel en una malla, cómo atravesar unas tijeras en la lengua de las mariposas...

Lagartija Sprague ha sido uno de los primeros del mundo en partirse la lengua para darse ese aire bífido emulando a las de las serpientes y a los lagartos, lagartos. Además de los implantes de teflón o silicona, se ha tatuado de verde gran parte de su rostro y de su cuerpo. Y se ha limado los dientes. Cuando abre la jeta provoca arcadas. Vive actualmente en Austin, Texas, con su esposa Meghan, y sus mascotas hurones. Su cuerpo está considerado como uno de los más tuneados del mundo. Menos mal que Sprague no menudea por los pagos de la sierra madrileña porque le costaría la pensión a más de un jubilado que le buscaría el espaldar a garrotazos, como el lagarto verdinegro que le provocó una multa de un millón de pesetas a un señor de Madrid que le rascó las cosquillas a machetazos.

Académico de la lengua, este sí que saltaría como un letraherido si intentaran acosarle el idioma como a un gato montés. Como saltaba delante de los toros el cordobés Lagartijo, en memorables duelos con el churrianero Frascuelo en aquella España de cerrado y sacristía. Lagartijo llegó a la cima del toreo, y Córdoba se rindió ante el «Gran Califa». Sprague ha llegado a la cima del friquismo, aunque no serviría ni para sparring del increíble Hulk ni de Godzilla, el lagarto gigante del Imperio del Sol Naciente. Pero después de tres horas de tatuaje verde, implantes de teflón en las cejas, varias perforaciones, limado de dientes, bifurcación de lengua... todo ha sido un sueño de verano para Sprague. Al final del viaje fue su mascota hurón quien se levantó primero y estiró su cuerpo joven, diría Kafka.

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