Sammy Sosa; el rostro ajeno y la pérdida de identidad

martes, noviembre 10


Por Miguel Melenciano
New York, USA, PP.- El hombre que en la temporada de 1998, se enfrasco en un duelo de Home Run con Mark McGwire de los Cardenales de San Luis, y que luego pasara por los escándalo, de uso de bate, que supuestamente estaba acorchado, uso de esteroide, y que finalmente, no fue contratado por ningún equipo, hoy reaparece en los medios creando otras galimatías.

Su aparición en los premios Grammy Latino con el rostros como los zapato de dos tonos, entre negro y blanco, pero así mismo, sus manos y sus labios que se niegan a abandonar su color originar, podría interpretarse como una estrategia publicitaria, de los que manejan la imagen del ex grande liga dominicano, Samuel Peralta Sosa, alía Sammy Sosa.

Solo con esta tesis, se podría derrumbar el repudio generalizado que ha generado -en el mundo de habla hispana- el intento de cambiar el color de su piel y sus ojos, renegando con éstos sus orígenes de hombre negro, con una descendencia directa de sus ancestros Cocolo Ingleses, marcado con un determinado parámetros antropométricos faciales, absolutos y de simetría meridional.

O, por el contrario, estaría demostrando Sosa, que para poder colarse en una sociedad que no le aceptó, estando en la cúspide de la fama, cuando jugaba beisbol de grandes ligas é impuso un record histórico, hoy ha tenido que recurrir al gasto de una inmensa fortuna, invitando a la crema innata del Jet Set internacional, ha su ya famoso e internacional cumple año.

Pero al parecer, los cumpleaños de Sosa, en los que paga a sus invitados, desde los pasajes aéreo, hasta el último trago del mejor champan, vino o whiskys -previamente seleccionado por sus convidados- no le ha permitido ser aceptado como uno de ellos, y ha tenido que llegar al exceso de lo irracional, de cuando el ser humano no se acepta como verdaderamente es, y pierde su autoestima.

La actitud y comportamiento del Sammy, desde que logro un contrato millonario en grandes ligas, siempre ha sido objeto de crítica, pues en aquel estelar momento de su vida, cuando inicia a descollar entre los millones, se embotello en invertir en una gran discoteca en su pueblo natal, de nombre 40-40, levantando todo tipo de comentarios negativos, pues la misma poseía todos los lujos, mientras las calles que le circundaban estaban llena de hoyos y fangos.

Este modo conductual de Samuel Peralta, me lleva a la lectura del libro "La pérdida de la identidad en El rostro ajeno de Kôbô Abe" en un análisis del escritor Orlando Betancor, en que resume de la siguiente manera.

" Esta obra muestra un viaje sin retorno por el intrincado laberinto de la mente de un científico, que ha sufrido un terrible accidente de laboratorio, y cuyo rostro ha quedado desfigurado por profundas cicatrices. El protagonista emprende la tarea de construir una nueva cara, una máscara perfecta, que sea capaz de acabar con los sentimientos de frustración y profundo dolor que abruman su alma. Esta novela es una alegoría existencial sobre la naturaleza humana. Analiza aspectos como la pérdida de la identidad, el desarraigo y el aislamiento del individuo en el mundo contemporáneo".

Dice el autor que "a lo largo de la novela, el autor muestra la lucha interna entre el propio yo del protagonista y su alter ego, su tenebroso adversario. En esta singular contienda, contemplamos el enfrentamiento entre el científico y su férreo oponente, calificado en el libro como su “hermano menor”, por conquistar el afecto de su propia esposa. En este duelo por conseguir el amor de una dama, las dos personalidades que habitan en la mente del protagonista preparan sus armas cuidadosamente y establecen sus estrategias de combate".

Explica que la obra es una profunda reflexión sobre la extraordinaria importancia del rostro como imagen social, en una sociedad como la actual, entendido éste como espejo del alma y signo inequívoco de una individualidad. Una cara que nos diferencia de los demás y que con sus múltiples expresiones y gestos proporciona nuestra identidad.

Asimismo, el protagonista plantea una utópica visión de una nueva sociedad de ciudadanos enmascarados y los hipotéticos cambios sociales y políticos que su implantación traerá consigo. En este mundo futuro cada individuo portaría su máscara y desaparecería el concepto de personalidad. Me parece que Sammy Sosa se adelanto al futuro, pero ese es su derecho.
f/almomento.net

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