MI DAJABON; Semblanzas de Ayer y Hoy.

sábado, noviembre 21


Sergio Reyes II.
El estaba ‘de puesto’, formando parte de la dotación policial en el simbólico cuartel ubicado en el centro de la población.

Un familiar cercano me condujo a aquel lugar, desde Pueblo Nuevo –Capotillo-, a instancias de mi Abuela, quien no dejaba escapar oportunidad de propiciar encuentros con mi Padre. Le ví, fugazmente, con la brevedad y seriedad que el lugar y las circunstancias permitían. Circunspecto, El. En riguroso uniforme ceñido a estrictas normas que no admitían arrugas, manchas ni entalladuras que evidenciaren descuidos en el acicalamiento personal. El calzado, debidamente acordonado, refulgía de brillante y el quepis, ligeramente inclinado a la izquierda, le imprimía un toque personal que, al decir de sus múltiples quereres, aumentábale el encanto.

El estricto protocolo militar hubo de ser resquebrajado levemente, aquella mañana y ante el estupor de los demás miembros de la uniformada, Sergio Antonio Reyes Jiménez, mi Padre, me alzo en brazos, me cubrió de afectos y recorrió conmigo las diferentes instalaciones de la vetusta edificación militar.

Recuerdo los dormitorios y el camastro con los enseres y pertenencias particulares de los conscriptos, rasos y clases alojados allí, debidamente organizados y colocados en el espacio o cubículo de cada cual; las diferentes habitaciones y oficinas de la Jerarquía, con impecables muebles y escritorios, con paredes altas y desprovistas de todo adorno, a no ser las consabidas y obligatorias imágenes del ‘Jefe’ y los símbolos y proclamas de la Tiranía.

Esas incidencias se me quedaron grabadas de manera indisoluble en lo más profundo del subconsciente. El Cuartel Policial, las gentes y lugares visitados aquel día, junto a mi Padre, constituyen un maravilloso recuerdo y, por sobre todo, forman parte de las primeras referencias que atesoro de las vivencias de infancia en Dajabón.



- II -
Llanura que espina el alma.

Una extensión inmensa, agreste y despoblada mediaba entre la nueva casa de mis tíos y el poblado de Dajabón. Los constantes traslados a que eran sometidos los miembros de los cuerpos castrenses habían convertido en viajeros itinerantes a aquel entrañable núcleo familiar y tras ellos –y conmigo a rastras- partía la Abuela, a continuación de cada una de estas forzosas mudanzas.

Sabana Santiago nos daba la bienvenida esta vez, con sus terrosos caminos saturados de guazábaras, cambrones, cayucos, mayas y un sinnúmero de especies vegetales del orden de las xerófilas; y en esos eternos viajes de visita familiar, a veces en camioneta, otras a lomo de burro y la mayor parte a pie, bajo el inclemente sol liniero, nuestros días se eternizaban y los pensamientos volaban lejos. Tan lejos como la silente e infinita llanura.

Fueron pocos meses. Es cierto. Suficientes para dejar grabado en mi, como con hierro candente, las penurias y dificultades que debían padecer mis primas para acudir al plantel escolar mas cercano, distante a varios kilómetros del hogar, bajo esas circunstancias.

Al evocar esos años, habiendo transcurrido el tiempo, me inquieta saber si en el presente, los niños y niñas de Sabana Santiago, Cayuco, La Aviación y otras desoladas latitudes de la zona contarán con el sagrado ‘Pan de la enseñanza’ en condiciones mas humanas y adecuadas que las que se vivieron entonces.

Porque, aunque algunos lo olviden a veces, esas gentes también son dominicanos, hijos de la misma Patria y tienen todo el derecho a aspirar a un futuro mejor.


- III -
Cumpliéndole una ‘Promesa’ al Cristo.

Dos implorantes querubines con las manos engarzadas en fervorosa plegaria nos reciben al ingresar al solemne espacio de veneración conocido como El Cristo del Perdón. Un altisonante murmullo, que engloba voces, ritmos y discordantes ruidos provenientes de la vecindad acompañan nuestros pasos, en el presente, al ascender, lentamente y en extremo respeto la empinada cuesta que ha de llevarnos, en acto de devoción, hasta quedar postrados frente a las tres estructuras con las que la población patentiza su fe cristiana.

Según como Usted se ubique, se encuentra a la entrada del pueblo –Para que el visitante exprese su agradecimiento por la llegada- o a la salida –para que haga votos por un venturoso recorrido-; Lo mismo da. Lo cierto es que éste simbólico Centro de Peregrinación de la religión católica erigido por los sacerdotes Jesuitas a la altura del Barrio La Fe, en Dajabón, ha formado parte de la vida diaria y la historia de esta pujante comunidad por espacio de mas de 6 décadas.

Lugar de peregrinajes, escala final de ‘Rosarios’ y procesiones, espacio adecuado para la meditación y el ofrecimiento –o cumplimiento- de ‘promesas’ y otros actos de fe, el Cristo del Perdón constituye en el presente un ícono y lugar de referencia y recuerdos de las viejas generaciones de dajaboneros, que merece ser respetado y resguardado por quienes transitan por sus maltratados y descuidados linderos así como por quienes residen en sus alrededores.

Allí cumplió ‘promesa’ de renovada salud mi hermana Mary Angelita y al igual que ella, otros tantos dajaboneros y allegados inclináronse reverentemente ante la amorosa efigie del leño cruzado para implorar o agradecer el cumplimiento de una suplica.

El Cristo del Perdón y todo lo que simboliza este venerable recinto debe ser preservado como parte de lo mas puro y genuino de esta población, sus creencias y tradiciones y pienso que, independientemente de los obstáculos que se interpongan en el camino y de los imperativos de los tiempos modernos, debe seguir siendo parte, como destino final del recorrido de la procesión de Semana Santa y otras celebraciones católicas tradicionales, como ha estado establecido desde su instauración.

Los dajaboneros de antaño, los de la ‘vieja escuela’, así lo reclaman. Es SU derecho; Nuestro derecho!!


-IV-
Los ‘duendes’ y la ‘mariposa’ de una labor cultural.

Tengo ‘el ombligo enterrado’ en Dajabón. Por herencia paterna. Por vocación. Y por decisión. Y tengo el privilegio de contar con varios ‘guardianes’ que me mantienen aferrado a ese legado y que día a día profundizan mis afectos con la tierra que fue refugio y hogar de mis ancestros y con la que me siento plenamente identificado: los miembros de la familia que permanecen allí, los restos venerables de los que se fueron antes y abonan los espacios de los humildes camposantos en Capotillo, Loma de Cabrera o Dajabón, y la inquebrantable fe en seguir desentrañando, cada día, el inagotable caudal de valoraciones positivas de la inmensa y enigmática frontera dominicana.

Cuento, además, con amigos entrañables. “Duendes’ y Mariposas’ de una profunda calidad humana, con una inacabable capacidad de entrega, al servicio de la difusión cultural y las mejores causas en pro de la superación de los males que agobian a nuestro pueblo:

-Conocí a Rubén Darío Villalona –Chío- hace muchos años, en la UASD. La coincidencia de intereses y objetivos nos unió y desde entonces, el trabajo cultural, social y comunitario, en pro de las conquistas y reivindicaciones del pueblo dominicano nos ha mantenido trillando iguales senderos. Por años ha sido el estandarte de la proyección y defensa de la cultura en Dajabón, la Línea Noroeste y gran parte de la frontera domínico-haitiana y acorde con ello, ostenta la máxima posición al frente de la Casa de la Cultura, funciones que comparte en la actualidad con las de Director Regional de la Línea Noroeste de la Secretaría de Estado de Cultura.

-A pesar de compartir similares orígenes y haber trillado parecidos historiales migratorios, conocí tardíamente a Claudio Tavárez Belliard en la ciudad de Nueva York mientras ambos nos esforzábamos en el montaje de una feria de norfronterizos dominicanos en dicha urbe, en 1998. ‘Rosca izquierda’ para algunos, a causa de su intransigencia sin dobleces a favor de las causas progresistas y enaltecedoras del ser humano, Claudio regresó al lar nativo, después de librar mil y una batallas desde las mismas ‘entrañas del monstruo’, a favor del pueblo dominicano y del mundo y se ‘aplatanó’ en Dajabón. Allí le tenemos, como uno de los principales estandartes de las jornadas de solidaridad domínico-cubana, en apoyo a la autodeterminación de la Antilla Mayor; funge como enlace para la capacitación de estudiantes dominicanos en la carrera de Medicina y otras disciplinas, en Cuba y en coordinación de jornadas educativas y de salubridad en beneficio del hermano pueblo haitiano. Asimismo, el ánimo le alcanza para enrolarse en un montón de actividades comunitarias, sociales y culturales, entre las que destaca su participación en el montaje y dirección del carnaval de la población. Sus cabellos se han tornado blancos, de tanto afanar, pero le sostiene su espíritu indomable y su eterna sonrisa refleja la satisfacción del deber cumplido.

-‘Normita’ le llaman sus mas cercanos allegados y familiares. Sus alumnos de ayer y de hoy del Colegio Evangélico Simón Bolívar y otras unidades educativas y culturales en las que ha prestado sus valiosos servicios la definen como ‘una profe con la que no se puede inventar’: Estricta y exigente en la labor pedagógica, radical en sus posiciones morales y, fundamentalmente, inamovible en sus planteamientos religiosos. A pesar de ello, la excelsa poeta, educadora y artista del pincel, Norma Holguín Beras, está dotada de una ecuánime formación humana que la convierte en una persona dulce y apacible. Colaboradora infatigable y creativa en las labores del quehacer cultural y la persona ideal para constituirse en ente de equilibrio cuando las pasiones se desbordan en el ambiente, caldeado a veces, del debate de las ideas de índole socioeconómica o cultural (en ocasiones con ribetes de religiosidad popular) del Dajabón del presente.

Y junto a la acogedora hospitalidad de su madre y familiares cercanos, su hogar ha devenido en constituirse en una especie de remanso en donde, a veces, se dirimen los conflictos y se liman las asperezas, Y allí, en su afable compañía, todos nos sentimos como en casa.

Claudio, Normita y Chio son, a mi humilde entender, una muestra de los mas genuinos representantes del trabajo cultural y comunitario en Dajabón. De ello han dado muestras inequívocas y su indoblegable historial así lo confirma.

Al igual que ellos y desde diferentes instancias, otros valiosos dajaboneros han dejado grabada su estampa en el quehacer cultural y comunitario a nivel provincial y regional. Algunos desarrollando una intensa y valiosa labor en el área de la difusión y sostenimiento del carnaval regional y otras expresiones folklóricas y artísticas. Otros, exhibiendo impresionantes niveles de calidad en diferentes ramas del intelecto, la labor didáctica, los diferentes modos de expresión literaria, la redacción periodística o el novedoso mecanismo de conexión y difusión de conocimientos a través de las redes de Internet, área en la que contamos con varios medios digitales que realizan una valiosísima labor educativa y de información.

Las añoranzas familiares, junto a la permanente correlación con el diario acontecer mantiene vivos e indisolubles los lazos afectivos y la ligazón con la patria Chica, independientemente de cual sea el lugar en donde nos encontremos; y, en esos casos, nuestros familiares, amigos y enlaces culturales y/o políticos funcionan a manera de ancla, que nos mantiene aferrados a nuestros orígenes y sentimientos.

Gracias a estos recuerdos, a los ‘duendes’ y ‘mariposas’ y a otros entrañables amigos que quedaron allá, llevo prendido en el alma el recuerdo de Dajabón, en dondequiera que me encuentre.

sergioreyII@hotmail.com
11/20/’09; 12:52 p. m. NYC.


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