‘… EN DONDE DIOS SE SECÓ EL SUDOR’

domingo, noviembre 15


Un expresivo y vivaz hormiguero humano caracteriza a Dajabón en los días de ‘feria’, impregnando el ambiente de una abigarrada mezcla de colores, esencias y sonidos en los que danzan un sinfín de aspiraciones y emociones que cabalgan a cuestas, entremezcladas con las expectativas que de antemano han sido puestas en el logro de una ‘buena venta’.

El carnaval de ilusiones y sueños que de manera indisoluble viaja en lo más profundo del individuo, contemporiza en el escenario de la Feria con aspectos más cotidianos, de orden práctico, de la vida diaria, de la simple y desgarradora subsistencia.

Y así, mientras algunos se sumergen en el tráfago confuso de las carpas, tarantines y tenderetes en donde se oferta desde ropa ‘de marca’ –nueva y usada-, exquisitas fragancias exóticas y bebidas –entre otras menudencias-, otra parte de los allí presentes, con criterios más pragmáticos y definidos, dedica sus esfuerzos en la búsqueda de comestibles y bienes de consumo, intercambios de mercancías, prestación de servicios de transporte y acarreos y mil y una formas más de ganarse la vida, honradamente.

Acá el vendedor de víveres y hortalizas; en las cercanías están apostados los camioneros con inmensos sacos de arroz, habichuelas, cajas de espaguetis, montañas de ‘cartones’ de huevos e infinidad de artículos de consumo. Allá la ‘marchanta’ que oferta utensilios de aluminio, lozas, sábanas, tejidos y otros artículos para el hogar. Mas adelante, con calzados y ropa usada, están las ‘pepeseras’ pregonando sus mercancías a pleno pulmón. Una anciana de pelo plateado proclama las bondades de unos apetitosos guanimos de su propia confección, que protege del polvazo ambiental en una amplia ponchera de higüera, tapados con pulcro paño de algodón. Las fritangas inundan el entorno de esencias y sabores que tientan el apetito y conspiran con la observancia de dietas y prohibiciones. Desdeñando las leyes de la gravedad, pasa haciendo cabriolas una ágil y dinámica mujer, con una pirámide de artículos colocados encima de su cabeza, la que cubre apenas con un babonuco a manera de acomodo, mientras, con ambas manos, asegura una superposición de ‘cartones’ de huevos.

Un sudoroso hombretón carga en sus hombros un enorme ‘block’ de hielo, cuyas frías gotas ruedan por doquier, refrescando todo su cuerpo, al tiempo que un mozalbete nos provoca el apetito con una tentadora oferta de espirituosos licores foráneos, a precio tan reducido (?) que no admite regateos.

Gentes vienen y van, caminando en zigzag por los estrechos senderos que se adivinan entre los puestos de venta. Regateos de precios. Porfías economizando el ‘peso’: las triquiñuelas de la subsistencia. Y un intenso calor que nos escuece hasta el alma.

Un constante ir y venir de vendedores, compradores, transportistas y usureros se entrecruzan con el representante del Municipio, en procura del cobro de sus arbitrios o de algún curioso que, cámara en mano, anda a la búsqueda de una memorable estampa para validar sus andanzas por estos predios.

Y junto a cada gota de sudor y al incesante despliegue de esfuerzos y afanes, llegan, indisolublemente ligados, el centavo y el peso derivados de ese titánico esfuerzo, para terminar transformado en la suma de las heroicidades del conglomerado humano que cimenta sus expectativas reales de progreso en las faenas de compra y venta de los Lunes y Viernes en la población de Dajabon.

Como ocurre comúnmente en las crecientes e inundaciones, los días de feria lo arropan todo y es difícil percibir la otra cara de la población, la de los residentes, que tienen sus vidas y ocupaciones adheridas al derrotero seguido por su ciudad. La marejada humana vuelve tras sus pasos y Dajabón recupera, poco a poco, su parsimonia tradicional. Cada cual saca sus cuentas y pasa balance a las ganancias o pérdidas de la jornada.


-II-

Desde hace mucho tiempo, el crecimiento económico de la provincia ha estado cimentado en el cuantioso movimiento de circulante derivado de las operaciones comerciales de los días de ferias. A falta de mejorías en el orden de la producción agrícola o ganadera, que en el pasado constituyeron renglones significativos para el sostenimiento de la población, una parte de los moradores ha puesto la mira en el desarrollo del comercio informal derivado del montaje periódico de las ferias agropecuarias y de bienes de consumo, que se celebran en días alternos en los principales municipios de la provincia y, por lo que puede observarse, los resultados han sido mayormente satisfactorios.

Esto puede deducirse en el incremento del número de hoteles, restaurantes, supermercados, ferreterías, farmacias, tiendas y negocios de diversión en general; Y es que al flujo tradicional de ciudadanos provenientes de la vecina República de Haití, -quienes acuden mayormente en gestiones de compra de comestibles e intercambio de productos que dicho país recibe en donaciones y ayudas internacionales-, se ha venido produciendo una nueva generación de compradores-vendedores provenientes de todas partes del país, que han avizorado, inteligentemente, las ventajas en precios y calidad que se derivan de las mercancías que allí se ofertan. De igual manera, han comenzado a proliferar aquellos interesados en las atracciones turísticas y la diversión que puede ofrecer la provincia y sus alrededores, con lo que se extiende su estadía mas allá del período de influencia de los días formales de montaje de la citada actividad comercial.

Indiscutiblemente, hoy por hoy, Dajabón se perfila como una provincia llamada a desempeñar roles importantes en el devenir económico de la región y el país en general y en ese tenor debe enfocar de más en más sus esfuerzos en fortalecer su capacidad de respuesta ante el incremento en la demanda de bienes y servicios que ya amenaza con desbordar sus capacidades.

Conjuntamente con ello, hay que ponerse a tono con los nuevos tiempos y aplicar, a lo interno, los cambios conductuales y filosóficos que se corresponden con la mentalidad que debe prevalecer en una ciudad cosmopolita, con condiciones históricas y geográficas que la han convertido en zona de intenso trasiego comercial y, por ende, en un importante paso aduanero fronterizo.

Siendo así, la ciudad debe convertirse en un lugar de puertas abiertas, rebosante de hospitalidad, cuyos habitantes reciban al visitante con un espíritu franco y solidario. Ello conlleva, como dice un spot publicitario, ‘ofrecer nuestra mejor sonrisa al turista’; y en el aspecto Municipal y Gubernamental, disponer todas las medidas necesarias para que la ciudad supere de una vez por todas su condición de distante poblado provinciano y comience a experimentar los cambios que se merece, en el orden arquitectónico, vial, de respeto y aplicación de las reglamentaciones legales y municipales y en donde impere la ley y el respeto a las libertades públicas.

Dajabón está en el umbral de su desarrollo social y económico y en un momento de repunte en el orden turístico y debemos ‘arreglar la casa’ si queremos atender debidamente al turista y ofrecer nuestra mejor imagen. Con ello, la ciudad estará haciendo honor a su condición de Puerta y Antesala de la Patria y el lugar ‘en donde Dios se secó el sudor’; y quizás, con el esfuerzo y la disposición de sus mejores hijos, algún día llegue a ser en verdad el ‘Nueva York chiquito’ que muchos anhelan.

La cristalización de esas aspiraciones debe ser tarea y compromiso de todos nosotros.

sergioreyII@hotmail.com
11/13/’09; 5:00 a.m. NYC.

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